No puedo adivinar
si en algún momento llegarás a comprenderlo todo.
No tengo capacidad de jugarme a una sola carta
el resultado del juego que llevan tus manos,
pero si quizá el que se enreda en tu alma
que anda perdida, una vez más.
Sería valiente por mi parte asomar a las caricias
que dejaste envueltas en los pliegues de mi risa,
pero se me hace duro pensar que fueron mentira.
Las tuyas.
Cómo crees que le puedo contar a mi cuerpo
que todo lo que escribiste bajo mi ropa
no tiene nada de verdad.
Dime donde guardo la ruta que escribiste,
que desde tu boca hasta mis lunares,
inventó un trozo de mundo nuevo
-ahora roto en mil pedazos-
entre una botella de vino
y mil estrellas locas como tu y yo.
Eramos nosotros
con tormentas y veranos.
Tenemos pendientes para coser
a tus pantalones y a mi falda italiana
el amor que sigue existiendo
y no se muere
por más que lo ahogo cada vez que respira.
Volveremos a coincidir en algún lugar absurdo
donde nuestros ojos no sean ya capaces de evitarse
y la fuerza sólo sirva para ser vencida
porque escribir de amor a dos bandas
nos ha enseñado que es imposible olvidar
lo que nace inolvidable.
Porque nuestras voces -al otro lado del teléfono-
componen noches rotas e imprevisibles
trazan mapas sobre fuego y agua
erizan pieles en busca de tesoros
entre mis pechos y tu mirada.
No puedo adivinar el futuro
pero si hacer tres nudos al presente
para que busque y me devuelva
la caja de planes y caricias;
inventos y carcajadas,
que como un perro perdido
ladra cada noche sobre el teclado de mi ordenador,
bajo mi lamparita de deseos no cumplidos.
Creía no saber de magia
hasta que supe de nosotros.
______________________________ Rosa Vidal Ross
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