Ellos sólo creían en mariposas que planeaban en el estomago, pero yo sabía que fuera de ese territorio conocido, existía algo más… Y entonces, conocí la elegancia de los pingüinos cuando tus dedos decidieron explorar mi polo norte… ese tan frio y tan al norte, que no estaba permitido para cualquiera. Fue cuando, cientos de leones, en la pasión de tu mirada, llegaron a devorar la inocencia de mis labios.
Yo no creía solo en aleteos que se pierden entre palabras, y no llevan a sitio alguno. Pero sí creía en ti, y en tu creencia y en la mia, se abrieron todas las puertas del mundo, para que tu óceano y el mio mezclasen sus aguas como locos desbocados y sin sentido. Así lo supe… desnudaría mi cuerpo y mi alma, con mil mariposas y en cada estación, si tu estás conmigo.
Rosa Vidal Ross. ©Copyright 2016