El Escondite.

Querido amor:

Cuando pequeña era soñaba con encontrarte algún día, o que tal vez, tú me encontrarías a mí. Sabía que antes o después, eso dejaría de ser un sueño y se convertiría en realidad.

Pasaron los años, y he ido descubriendo que existen tantos amores como personas hay en el mundo y tantas formas de amar como historias se suceden cada segundo de nuestra vida.

Y todas pueden ser tan de verdad o tan de mentira, como uno quiera.

Te he de reconocer, que muchas veces me he perdido y no he sido capaz de localizarte, como tampoco he sido capaz de averiguar porque vestimos con disfraces a algunas relaciones, que nos hacen infelices, y a pesar de ello, las guardamos como un tesoro.

Qué es lo que pasa dentro de nosotros, cuando dejamos de querernos tal como necesitamos y merecemos.

Te escribo y no sé si me leerás, como tampoco sé si me entenderás, aunque creo que no hay momento más sencillo y valioso que ese, donde llegamos a comprender que nadie nos puede dar aquello que uno mismo no sea capaz de darse a sí mismo.

Que no puedes esperar amor si no eres capaz de amarte.

Es una regla tan simple como efectiva.

Así, mi querido amor, todos en algún momento de nuestra vida, te andamos buscando, o esperando que seas tú quien lo haga por nosotros. Te hablamos, maldecimos y odiamos.

Te adoramos, mentimos y negociamos.

Te descubrimos, veneramos y amamos.

Te intuimos, olfateamos y sucumbimos de lleno en tus brazos.

Nos hacemos adictos a ti.

Asaltas nuestra cama a la misma velocidad que lo haces en nuestra alma.

Quería decirte, por si andamos jugando al escondite, que he decidido dejar que me encuentres.

Voy a dar la cara y también el corazón.

No voy a esconderme más por miedo a que me lo rompan; a que no seas lo que espero, y no voy a esconderme por temor a sufrir decepciones, o que no se cumplan mis expectativas.

Por miedo al dolor.

Voy a dejar que conozcas también mis demonios por si acaso te apetece compartir mi infierno, un ratito. Porque allí también hay parte de mi alma.

He comprendido que el que gana en el escondite no es aquel que mejor se esconde y nadie encuentra…

Sino aquel que habiendo encontrado el mejor sitio para ocultarse, sale a la luz del sol a divertirse, a reír, a compartir la verdadera magia de los «encontrarnos».

El que se arriesga y salta.

El que ama sin garantías de que le amen.

Hasta siempre, mi querido amor.

Ven, y si no me encuentras, tienes permiso para llegar hasta mi escondite…

Tú lo conoces bien.

Por si te apetece que juguemos juntos.

Rosa Vidal Ross

Cuando nuestras locuras, ser aman.

La vida está para dar amor y cuidar de los buenos amigos.Tener aventuras que nos descubran experiencias maravillosas, bañarse a la luz de la luna, mantener la capacidad de asombro y descubrimiento en cada instante que vivímos. No dejar de luchar nunca por aquello en lo que creemos. Perder la cabeza por alguien, cuando descubrimos que nuestra locura y su locura, se aman. Y sentir que el triunfo puede ser, llegar al final del día despeinado y con «ese brillo» tan especial en la mirada.

Rosa Vidal Ross.

La imagen puede contener: cielo, exterior y agua

«Era de tacones altos en días bajos»

Va corriendo de una lado a otro, con el pelo y el bolso desordenado. Su voz siempre te cuenta historias; de esas, que al escucharlas, te hacen viajar hasta el país más pequeño y secreto en el mapa de tu corazón.

«Era de pintalabios rojo en noches negras, de tacones altos en días bajos y de sonrisa amplia en días pequeños»

Sabía que era más feliz dedicándose toda una vida a algo que le apasionara, aunque no llegará a fin de mes, que pasar un solo instante de sus días, trabajando únicamente, por dinero.

Era consciente de que todo le costaría más que al resto, y que que al final lo conseguiría. Aprendió a disfrutar de su incoherencia, esa, que le hacía cambiar, aprender y crecer. Perdonar, soltar y querer.

No entendía su mundo sin amor, el propio y el de los demás. Porque el amor, decía, “siempre está naciendo”.

Y siguió caminando calle arriba, con su sonrisa de noviembre. Con el pelo y el bolso desordenados.

Sus pasos dejaban huellas, no cicatrices.

Rosa Vidal Ross ©Copyright