Cada día aparece ante nosotros, como si tuviéramos una máquina capaz de crearlos, como si se tratara de un inteligente cajero automático a nuestra disposición las veinticuatro horas del día. Y así, como no quiere la cosa, se nos olvida que cada una de las horas que vivimos son irrepetibles e irremplazables y no siempre ofrecen segundas oportunidades ni vueltas a empezar.
Nos paramos demasiado a analizar esto o aquello, y buscamos el porqué o el porqué no; el que habría pasado o pasará si hago esto o aquello, y en ese laberinto de preguntas, se nos olvida que la esencia del ser humano y la más extraordinaria cualidad, reside en la «sencilla curiosidad» de abandonarnos a los sentidos.
Dejar que la intuición, la sensibilidad y la inteligencia hagan su trabajo, sin reservas ni ataduras. Permitirnos, simplemente, que cada error y equivocación sean los pequeños milagros de cada día, que nos permiten ser un poco mejores. Las aventuras que nos recuerdan porque merece la pena vivir. Porque merecen la alegría las personas, que a pesar de su aparente coraza, están hechos de acero inolvidable.
A veces, no tienen que cambiar las cosas, sino aprender a mirar con distintos ojos.
Rosa Vidal Ross.© Copyright 2016.